martes, 19 de abril de 2016

Reflexiones sobre el uso de tacones





Hay muchas mujeres a quienes les encanta llevar tacón a pesar de reconocer dolor y incomodidad. Algunas ya conocen los problemas asociados al uso prolongado del tacón, como dolores a nivel lumbar, cambios artrósicos en la rodilla, alteración de postura, acortamiento de tendones y otros problemas, algunas irreversibles, tanto en el pie como en otras partes del cuerpo. Y aún así, siguen usándolo. Algunas a diario. Otras se limitan a fiestas y bodas. Parece casi inaceptable no vestir de tacón en ciertos acontecimientos. Respecto a esta entrada, cada una es libre de llevar lo que quieran, y esto no va a ser un manifiesto en contra del tacón. Ni siquiera hablar de los problemas asociados a ello (para ello ya hay artículos muy interesantes como por ejemplo este) si no a mí me interesa ahora mismo el fenómeno social que hay detrás. ¿Por qué decide una mujer llevar tacón a pesar de las incuestionables molestias y dolores que provoca? ¿Por qué? ¿Qué te hace el tacón para querer usarla a pesar de todo? ¿Qué cánones de belleza absurdas hemos asumido sin cuestionar ni reflexionar?

El zapato de tacón se ha convertido en una herramienta de poder en nuestra sociedad jerárquico y patriarcal.
Poderío, fuerza, atractivo físico. Estilizan y realzan la belleza de las piernas, dicen. Sexualidad y sensualidad. Estatus y valía. Parecen darnos la llave para ser alguien en este mundo social, ser útil, inteligente, válida. ¿Cómo llegó a representar todo eso?
Los orígenes del zapato del tacón es muy distinta. Ya en el antiguo Egipto
se usaban los tacones , pero eran mayormente  los hombres  los que los usaban. Se cree que fueron los hittitas que empezaron a usarlo, para que el pie se quedara mejor en el estribo cuando montaban a caballo. Es decir, el invento del tacón fue puramente funcional. Y no fue diseñada para andar con el. En Persia también fue el calzado de los jinetes en las batallas, pero poco a poco se iba  asociando a masculinidad y poder.
El zapato de tacón llegó de Persia a Europa y rápidamente se convirtió en símbolo de estatus y masculinidad en la aristocracia de toda Europa, ya que se percibía a los persas como hombres viriles y exóticos. Cuando los zapatos de tacón empezaron a llegar a las clases más bajas, la aristocracia respondió aumentando la altura del tacón para marcar la diferencia de clase y estatus, y así nació el zapato de tacón alto.
Las mujeres, empezaron a usar tacones para ser parte de ese poder y estatus masculino del mundo social. El zapato ya no tenía ninguna funcionalidad práctica (como cuando en sus inicios lo calzaba los jinetes) si no era puramente un símbolo de poder y estatus.

Y hoy en día, parece que las mujeres siguen necesitando usar las antiguas "herramientas de poder" para mostrar su atractivo físico, valía,  pertenencia al mundo social... Y ¿qué hay de malo en usar herramientas de poder, como suelo llamarles? Nada (aparte de los problemas físicos asociados al uso del tacón). El problema está en si nuestro poder reside en ella. ¿Qué pasa cuando nos descalzamos, desmaquillamos y desnudamos? Seguimos sintiéndonos poderosas y valiosas? ¿Atractivas y bellas? Ahí está la cuestión. Dónde reside nuestra fuerza y poder. ¿Necesitamos de ese algo externo, o reside dentro de nosotras? Cada una sabe, en su interior, sus respuestas a estás preguntas. A veces me apetece maquillarme. Y lo hago. Otras veces igual (si no fuera tan jodidamente incómodo y perjudicial) me vestiría de tacón. Porque soy libre de hacerlo, y ni mi atractivo, ni mi poder depende de ello.


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