lunes, 4 de abril de 2011

¡Vuela!

Mi ser de luz, ¿cuándo te enseñaron a esconderte en tu sufrimiento? Preciosa criatura, envuelto en asfalto y sociedad, ¿dónde está tu humilde ternura, tu manantial de amor y la semilla que te dieron del árbol de la vida? ¿Esa semillita que te dieron para plantar en esta tierra, hacer crecer un árbol fuerte y amorosa con poder de sanar, compartir y disfrutar, cuidar de los demás y hacer crecer nuestra conciencia colectiva?
Gimes, te escondes, sufres si la luz te apunta con su dedo de verdad amoroso. Te duele, pataleas, niegas…. La oscuridad te da seguridad, ahí no ves nada, pero tampoco te ven a ti.

Hada, cisne… si te atrevieras a desdoblar las alas y darte cuenta de que sabes volar. La suave brisa te llevará lejos, mucho más arriba de este mundo de cemento, donde nada fluye, todo obstruido de miedo, te protege. Te verás envuelto en un amor que no necesita protección ni escudos, máscaras ni capas. Podrás volar libremente, como la risa, los rayos del sol y el viento de otoño. Ahí arriba existen los milagros. Porque los límites no son más que miedos y creencias.
Destápate, el frío que sientes al principio, no es más que el despertar de tus células. El silencio que experimentarás no es el abandono o la soledad, es la plenitud y el amor eterno. Ese sutil cosquilleo en tu interior, eso es estar vivo.
Suéltate, no te agarres a nada. No tengas miedo de perder nada valioso, lo que necesitas volverá hacía tí. Ahora solo vuela.

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