jueves, 24 de marzo de 2011

Para una libélula

¡Rompe, empuja, sal de tu cáscara!

Pequeña ninfa, ya es hora de convertirte en libélula, por fin, saca tus alas y ¡vuela!
No, no te vuelvas a esconder en tu cáscara, no te encierres en tu miedo. Aún queda mucha música por bailar, aire por saborear y alma por amar. Ven. Alcanza mi mano y confía. Tu cuerpecito frágil aún duda y tiembla, intenta volver a la oscuridad, protegerse con esa armadura que tu corazón ha ido construyendo para no ser alcanzado y dañado. Pero el amor no te hará daño, te hará aún más fuerte. Cantar desde el alma no será delatarte, será vivir tu verdad. Tu voz temblará, pero será bello. Nadie más conoce tu canción ni tus tonos, así que nadie podrá cantarlo por tí.
Mantengo tu alma en la palma de la mano, con miedo de apretar demasiado fuerte. Tan sólo una chispita de luz, un pequeño suspiro. Pero tan lleno de miedos y dudas, sueños y esperanzas, amor, milagros y risas.

Las hojas de otoño y la lluvia se convirtieron en simplemente viento e invierno. Quizás tengas miedo de que las lágrimas del cielo peguen tus alas al cuerpo y que no puedas volar. O que ahí fuera no haya nada que no sean nubes grises y aun más frío. Pero si miras fijamente verás los cristales de la nieve lejana, y percibirás la energía acumulada debajo de la tierra, esperando a que el sol caliente para que la vida vuelva a germinar. Sentirás que pronto, pronto cantará la hierba y brotará la luz entre las piedras.

Cuando naces de verdad te emociona el canto silencioso del universo que penetra tu alma, la danza de las hojas al viento, la luz del sol entre las nubes y la quietud de tu propio baile. No resistas más. No siguas escondiéndote entre disfraces y quehaceres, ya puedes volver a encontrarte, volver a nacer. Duele. Al principio pasamos frío y nos sentimos solos y desprotegidos. Pero es tan sólo hasta que te des cuenta de que todo lo que antes te envolvía y protegía, en realidad sólo impedían tus sentidos de sentir y tu corazón de latir libremente.

Tu escudo y protección no son más que costras de una vieja herida que ya no sangra. Yo también veo tu cicatriz, pero ya no te hará daño. Ahí está para acordarte hacía dónde dirigir tus pasos. Pero deja que el sol la queme y el viento la acaricie, piel nueva cercerá y tu cuerpo seguirá bailando.

No estarás sola nunca más, somos uno con el todo, conectados en el espacio y el tiempo con hilos invisibles. Yo soy tú. Y tú eres la libélula que baila dentro de mí.

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