viernes, 20 de agosto de 2010

La mujer y el hombre

...¿y los hombre qué?

Es la pregunta que me he hecho tantas veces cuando encuentro libros y textos que hablan de la búsqueda de la mujer, el desarrollo de la sexualidad femenina y su don de crear vida. El sexo femenino ha estado tan encarcelado en las pautas de una sociedad que a menudo llamamos masculino, lleno de racionalismo, competividad y guerras. Pero ¿eso de verdad es lo masculino? No sólo las mujeres cargamos desde el inicio de nuestras vidas con unos estereotipos de cómo deberíamos ser o qué metas tener en la vida. Hemos sido reprimidas, abusadas, violentadas, y últimamente dejamos al lado nuestra función sagrada por algo que llamamos "libertad" o "igualdad". Todo esto lo conocemos, pero ¿y los hombres qué? Peor aún, porque su papel en la sociedad ni siquiera se cuestiona, simplemente con un suspiro decimos que "los hombres son así", escondemos casi vergonzadas el sueño del hombre conectado y respetuoso, la unión con un alma gemela, el amor y la comprensión. Ese sueño secreto donde los hombres son hombres, no porque son duros, racionales, prácticos, y por qué no decirlo, en muchos casos con una necesidad sexual mucho mayor que la mujer, tal como nos han enseñado desde que sabemos andar. No por eso son hombres, si no porque junto con la mujer cerrar un círculo de apoyo, amor y comprensión. Cuando nos encontramos en armonía vemos que tenemos raíces al mismo tiempo que somos libres para volar, unimos las energías de la luz y de la oscuridad, el agua y las montañas, el aire y la tierra, el sol y la luna... Juntos tenemos el poderoso don de crear una nueva vida, que luego crecerá y se desarrollará en la vientre de la mujer, envuelto en las energías femeninas del mundo subterrenal. Luego se producirá el nacimiento y el abrupto encuentro con las energías masculinas del mundo de afuera. Pero no hablo de lo que hoy en día solemos considerar masculino, si no de la vida activa, la energía del sol, las fuerzas del movimiento y la estabilidad de las montañas.

Somos distintos, las mujeres y los hombres, pero la esencia es la misma. Lo único que nos distingue es el hueco que hemos decidido llenar en este mundo.

Suponemos que los hombres son de una manera, y interpretamos la realidad desde nuestros estereotipos tan inculcados como en piedra. Desde el nacimiento suponemos que tienen que ser de una manera muy especial, y a lo contrario tendríamos miedo de que desarrollaran demasiado su lado femenino. Tienen que ser machos, masculinos, duros y vivir su sexualidad sin reprimir y siempre desde lo físico. (¿Te suena lo de "a las mujeres les cuesta tener relaciones sexuales sin amor, pero los hombres sí pueden"?)

El Yin representa lo femenino, y el Yang lo masculino. Para que haya equilibrio siempre tiene que haber un poco de femeniedad en el hombre y masculinidad en la mujer. Sólo así se puede producir la unión equilibrada lleno de amor y comprensión. Quizás lo femenino en el hombre le ayuda a conectar con la vida interior, y lo masculino en la mujer le ayuda a vivir en el mundo exterior. Sea como sea, nos necesitamos y sin el otro siempre nos faltará un cachito, a no ser que algunos hombres y mujeres en épocas de sus vidas puedan desarrollar y llenar ambos lados, o en caso de homosexuales que encuentran el equilibrio en otro tipo de relaciones (formados por dos mujeres o dos hombres, pero las energías de lo masculino y lo femenino siguen siendo las mismas).

Hablamos de que las mujeres tenemos que recuperar nuestra sexualidad y energía femenina, nuestro poder sagrado, el respeto hacía nuestro sexo y nuestro cuerpo. Pero para que esta sociedad evolucione creo que es igual de importante que el hombre haga lo mismo, buscándose dentro de sí, y olvidando los estereoptipos impregnados desde el nacimiento.

Somos hechos de lo mismo, pero somos distintos, porque así nos hemos evolucionado para poder complementarnos y vivir unidos en este nivel de conciencia. No podemos seguir viviendo aislados bajo el mismo techo, sin comprensión y sólo con amor físico y sin respeto hacía lo más profundo de nuestro ser. Nadie vale más que el otro, sólo tenemos funciones distintas para completarnos y llegar a un equilibrio.
A veces cuando me encuentro con mujeres fuertes y vitales puedo percibir a su mujer salvaje brillar en sus ojos. En los ojos de los hombre también brilla su hombre salvaje, a menudo destruido, vergonzado e olvidado. Pero sigue ahí, igual que la mujer salvaje, esperando a ser reconocido, amado y redescubierto. Algunos hombres se buscaron y se encontraron, otros aún tienen que entender que la búsqueda está por dentro, no por fuera.

No hay comentarios:

Publicar un comentario